Perdida,
inconexa
remontando
la noche vacía
testigo
que castiga mi osadía
de
pretender ser lo que no soy.
Hace
tiempo que los jinetes de la imprudencia
galoparon
mis tierras
pisoteando
mi frágil herencia
de
creerme salvada.
Hoy
todo ha sido mentira,
se cumple
esa profecía maldita.
Yo, el
eslabón perdido de mi dinastía
aguerrida
ante la vida
no surcaré
los mares desafiantes
no
incurriré en batalla bizantinas
porque
comprendí que solo eran
arabescas
perfidias.
Acataré
ese destino,
seré
burlada a los dioses
y mi
espíritu se disipará
en el
perfil de tus dunas
para
regresar a la tierra,
en
silencio
sin
música que me entierre,
que me
acompañe,
que me
dé la mano
para
saltar al otro lado…
Y
cerrar por fin los ojos
al
final del epitafio.
Liliana Tavío
Aguilar©Julio 2012
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