"Decir"sentimientos


A veces se hacen pocas las palabras cuando se quieren “decir”sentimientos, y no se abarca todo ese universo que se quiere y se necesita expresar; otras veces no se puede exorcizar las emociones que nos estrangulan el alma , y a solas, en el acto más íntimo que una puede tener consigo misma, cuando la poesía adquiere ese matiz de eterna confidente, y su verbo es el tuyo, ahí se queda plasmado, compartido con el mundo lo que somos, la poesía se hace voz, nos desnuda y nos devuelve a nuestros orígenes eternos, al corazón del universo.

martes, 30 de octubre de 2012

CRUZÓ LA NOCHE MOJADA (prosa poética)


Cruza la noche mojada, brilla el asfalto a la luz de una farola envejecida que no cuadra con la presteza. Los pasos secan su huella en la calle oscura, le alejan de una realidad que le asusta, pero no quiere volver a esa cueva, a ese cubículo  en que se convirtió las cuatro paredes del hospital que le alberga. Hace tiempo que no huele el aliento de una casa, se mira en la negrura de si mismo, no esperando consuelo, ya no espera nada, su mente no le obedece y le regresa sin permiso a ese cuerpo malsano.

No hay musas que le acerquen a la vida y que le tiendan la mano para juegos de noche.

Para juegos que le rapten de esta vida agonizante a través de percibir en la ausencia de sus manos el cuerpo de una de aquellas y le permita regurgitar poemas, o historias, quizás inspirarle el inicio de una novela.

Quisiera  morir esta noche, pero el final apoteósico tantas veces recreado no se aproxima, porque la musa no llega, ella no lleva reloj, no sabe que significa la esfera.

Él la espera y la espera. No quiere morir esta noche antes que le visite ella, quiere aplastarla en un beso, quiere retenerla en un verso, quiere endiosarla en la historia, pero ella no tiene prisa, porque no sabe que significa el tiempo. Ella, incólume a la vida, no le lleva su paso.

Y su  tiempo ya es otro, y no le queda…¿cuánto le dijeron que le quedaba?...ya no hay tiempo, la esfera no espera, el sol no se detiene, la noche lleva su nombre a enterrarlo en un gusano negro, su delirio le hace creer que está solo en esa frialdad mortecina, pero en la cama de al lado alguien tironea de su sonda para invitarle a “pasear chicas”,…¡eso es, a pasear chicas!, ahí encontrará a esa musa terca y caprichosa acostumbrada a llegar a cualquier hora. Y desprendiéndose de tubos, agujas y bolsas de suero y sangre, los dos viejos delirantes corrieron su última aventura por aquellos  pasillos asépticos de pasión en busca de aquellas musas, poco duró la aventura, los enfermeros frustraron su huida en la puerta del ascensor, entre fluidos, heridas, culos al aire y maldiciones proferidas, sus figuras fueron reducidas.

No hubieron musas, no llegaron siquiera a tiempo de un funeral enardecido, pero la noche no estuvo perdida, la apoteosis del final de sus vidas fue de pie aplaudida…

9 comentarios:

  1. y a mi escribirlo....gracias por venir..

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  2. Liliana:
    Qué fuerte, qué bueno y qué final más apoteósico. La vida y la muerte se mezclan en un abrazo perfecto. Musas, mujeres, erotismo y el terrible abrazo de lo inevitable. Has conseguido un microcuento poético impactante.

    Un placer recorrer tus letras
    Ana

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    1. Muchas gracias por tu visita Ana, me alegra que te haya gustado, un beso

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  3. Maravillosa forma de contarlo, y si realmente impactante

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  4. Gracias Sindi, no había visto tu visita por estos lares...

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