Ahogada
en la inmensidad de los sentidos,
el mar,
poeta errante que rodea al mundo,
acoge mi cuerpo sereno
de nadar desnuda en el tiempo.
No importa su paso
mientras el espíritu viva,
respirar en las profundidades del oceáno
sin miedo,
desear que me engulla el embudo
como un gusano negro
hacia el otro lado del universo.
Y volar entonces sin alas,
encontrar a Ïcaro bajo el cielo
que me da su mano
y me invita a probar el aire,
ingrávida,
al fin renacida,
libre
y desposeída de este cuerpo.
Liliana Tavío Aguilar@Mayo 2012
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