Yo no
soy siquiera poeta,
emulo
las palabras que me llenan,
aquellas
que me tocan el alma con un beso,
o con
una cachetada.
Yo no sé parir rimas
que te
lleven en volandas,
no sé
hablarle a la noche,
o a la
mañana que llega extenuada,
con
encuentros fortuitos
y con pasiones paganas.
No sé
enardecer tu cuerpo
con la
música de los sones
de mi
mirada que no te alcanza,
ni
acariciar tu pelo
con el
verso perdido
entre
mis sueños y tu almohada.
Yo no
sé hacer poesía
que en
un atado de seda
deposite
mis besos en tu ventana,
aquella
por la que te asomas
para
nutrir el espacio que nos separa.
Te me
haces espiral de agua en el medio del pecho,
el
sabor amargo de una despedida sin
bienvenida
que se
enrosca como una ameba en el alma.
Y te
vas, pero nunca has llegado,
y me
voy pero nunca me tuviste.
Quiero
sentir esta noche que me has dolido,
y que
ya no me dueles,
pero no
es eso lo que siento.
Quiero
anhelar tu boca que no beso,
pero
nunca se cristalizó ese beso,
que no
dejó de ser una mueca en el intento.
Quiero
buscar tus ojos en la penumbra de mi alcoba,
pero
nunca se prestó la visita
y no
puedo recrear el alborozo de ese encuentro.
Quiere
una nostalgia que no conozco
que hoy
te invoque,
que hoy
te nombre,
pero no
sé en qué recodo del camino,
te
quedaste escondido,
te
añoro, sí,
pero ya
no te espero.
Esa
eternidad que nos conjuraba,
solo
quiso agitarnos en un compás equivocado
de un
tiempo que nos sobrevive,
con la
melodía dulce y amarga
de una
obra cincelada a golpe de vivirla.
Que nos
prestaba el aliento
de
recobrar los bríos
de
tantos años gastados
en
darle cuerda a la calesita de un cuento.
Mientras
nos miramos,
el uno
al otro,
como
niquelados
en la
pantalla de agua de un rectángulo azulado,
nos
pedimos,
nos
ofrecemos unas manos que no llegan,
nos
creemos el arte de nombrarnos
en la
clandestinidad virtual de la nada,
de ese
espacio hacedor de vidas,
de
amores luctuosos,
de
desamores lacerados,
de
ensueños proféticos,
creer
que se puede nadar desnuda en el mar de la entelequia
y
respirar a pleno pulmón
sin que
el oxígeno falte
y nos
atrofie los sentidos.
Qué ocasión para la quimera!
que
ocasión para la burla del contrasentido que nos ata
con
grilletes de plata o de oro o de cobre u hojalata,
para
que no necesitemos liberarnos.
Yo no
sé hacer poesía
que
abra las aguas del mar rojo
tendiendo
un puente de ida y vuelta,
entre
un lado y el otro .
Yo no
sé hacer poesía,
si no
la siento,
si no
siento que mi alma grita
y no
sabe como gritar lo que aquí albergo,…,
y te me
escapas por la boca
buscando
un idioma que quiera traducir lo que siento
y
aullarle al mundo que nada entiendo.
Marzo de 2011.
Escribes muy bien. Es hermosa tu poesía.
ResponderEliminarUn abrazo grande
Ana