Ando esquivando miradas
que me atropellan,
traspasando vitrinas,
de este escaparate sin dueño
y sin poder escaparme de ellas.
Ya no recuerdan muy bien la noche
en que se
rompieron las gotas de lluvia ,
esas que adornaban los cristales
de un cuarto nocturno,
cubículo iracundo
que se les regalaba
a cambio de un placer vouyerista,
de observar sus gestos ciegos
en un espacio de encuentro,
prestándose con los ojos vendados,
a dibujar la silueta de unos cuerpos inventados,
cobijándoles,
cuando ya
no existen
aunque nunca existieron entrelazados.
Sus miradas se cruzaron
en ese mercado de las vanidades fingidas,
pero apenas sus mundos
rozaron sus vidas
se rompió el encanto
cayéndose ambos,
de esa vitrina.
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