Al alba
de los días de lluvia
desperezan
sus manos
las
almas que han de regresar a la Tierra
Saben
y le duelen
sus alas.
Qué
esconden sus ojos de águila
que
nadie lo puede ver.
Ver,
volar
su mágica existencia
Oír,
el
graznido de su corazón
Latidos
de alientos
Soplos
de amor
Que
arremolinan la arena
Y
erigen figuras
Que
desmoronan
Certezas
A cada
paso
A cada
soplo
A cada
oleaje sin collera
Abrupta
ha de ser la senda
Y aquí
no hay cuaderno de bitácora
Que
guíe sus pasos
Un
andar de antaño
Y la
bruma apresurada
Que
desdice el camino
Y la
soledad del profeta
Que
busca nombrar su destino
Antes
que pierda la fe
Antes
que el tiempo le ciegue
Y forme
parte de un recuerdo construido.
Liliana Tavío Aguilar
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