Laminada, con la fragilidad de una mica
Tan grisácea como la luz de un atardecer prematuro,
así parece recrearse mi memoria,
con los recuerdos
construidos de los retales de ayer.
Nada era,
y todo fue,
y una voz interior –pregunta-:
Quién teme al lobo blanco de la conciencia
Y otra voz –contesta- :
Yo,
y también él.
y el tiempo que se columpia en el campanario de la ausencia.
Mirando burlón y satisfecho,
Invitándote a negociar
lo que ya no tiene lugar.
El tiempo ,
que repica en el vacío de tus manos,
El tiempo,
que se lastima trepando una torre sin escaleras,
Testigo de otro amanecer,
aquel que nunca mancillamos
porque la complicidad
malsana
de la experiencia,
nos dejó huérfanos de saborear una primera vez.
A cambio,
la ternura de un beso,
el mismo que durante años hubiese podido ser.
Sin embargo,
la realidad vociferaba: “nunca pudo ni llegará a ser”.
Y volamos en barriletes de papel de seda,
sabiendo de la crueldad de la tormenta.
Suicidas de las causas perdidas,
personajes fatuos
de un teatro improvisado
con la soledad de fondo de escenario.
Mientras,
en los arpegios de un chelo,
se escapaban los sentimientos
como el aire entre las rejas
que torneaban la cancela
de los bosques de mi imaginación.
Mientras, yo lo veía pasar,
en los bordes
de un atardecer cualquiera.
LilianaTA©Enero2016
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