Y se apagó la luz
mientras
desnudaba el alma
a la inmensidad
de la noche.
Y me quedé en las
tinieblas
de esta soledad
impune,
mientras la
verdad mentida
estallaba en los
fragmentos del espejo
que se rompió
bajo
mi propia mirada.
Yo,
fragmentada en
mil pedazos
Yo,
cortando las
venas del silencio
para verter el
sonido de mi sangre.
Y paré el
movimiento
de ese gesto
en el tiempo
recostando las
ansias perdidas
cuando renuncié
a la cita
en que el espejo
me devolvía mi perfidia.
No me atreví a
levantar los ojos
y clavarme en
ellos.
No era necesario
mirarme
para saber que me
esquivaban,
para saber que me
mentían
pudorosos y paganos.
Y decidieron
cerrarse
en el espacio
milimétrico de un parpadeo
ese en el que
perdemos la vida
que tanto nos ha
costado amarla,
ese en el que
abandonamos los sueños
cuando ya no
esperamos nada.
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