"Decir"sentimientos


A veces se hacen pocas las palabras cuando se quieren “decir”sentimientos, y no se abarca todo ese universo que se quiere y se necesita expresar; otras veces no se puede exorcizar las emociones que nos estrangulan el alma , y a solas, en el acto más íntimo que una puede tener consigo misma, cuando la poesía adquiere ese matiz de eterna confidente, y su verbo es el tuyo, ahí se queda plasmado, compartido con el mundo lo que somos, la poesía se hace voz, nos desnuda y nos devuelve a nuestros orígenes eternos, al corazón del universo.

viernes, 27 de septiembre de 2013

LA HISTORIA

Desde pequeña hizo gala de una imaginación excepcional, su madre solía oír largas horas de conversaciones entre ella y sus muñecas, recreando situaciones que a menudo resultaba inverosímiles para una niña de su edad. Le encantaba inventar historias a partir de un palillo de dientes rezagado al recoger la mesa o ante el cadáver de una mosca atrapada en una telaraña, o bajo la hipnótica melodía de la armónica del afilador de cuchillos que pasaba de tarde en tarde con su bicicleta. Todo y todos podían convertirse en protagonistas de largas historias cuando eran capturados por su mirada creadora.
Así, lo que observó esa noche de desvelo desde su ventana tenia elementos suficientes para alimentar más de una historia en su mente. Absorta contemplaba las estrellas cuando oyó aproximarse el sonido de unos pasos que desafiándose unos a otros se acercaban con ritmo febril hacia su ventana.
La calle empedrada mostraba su vulnerabilidad entre las sombras y las escasas luces que cedían con reticencias  las farolas jubiladas de su viejo barrio. La noche era pegajosa , una llovizna que anunciaba más calor había vestido de destellos de plata el adoquinado y las aceras de la calle. Y en la proximidad del sonido, una sombra alargada se hacía visible con la misma celeridad que lo hacían sus zapatos.
Se trataba de un hombre sin identidad en el rostro, apretando una bolsa en la mano con tanta fuerza como el objetivo que le había llevado a robarlo – pensó -, porque sin duda se trataba de un ladrón nocturno que andaba desvalijando las casas del barrio. Pero si era ése, ¿porqué solo llevaba una bolsa de mano? ¿qué objetos de valor podían tener cabida en esa bolsa tan pequeña?, a lo mejor había robado solo dinero, pero su barrio era de gente muy humilde, a lo mejor él no era del barrio y no le importaba robar a los pobres, o sus necesidades eran mayores como para que eso le importara. Tal vez no era siquiera un ladrón y era un mensajero que corría llevando un rescate para salvar la vida de alguien, como había visto en alguna película, seguramente sería una mujer que fue raptada cuando paseaba a su perro a primeras horas de la mañana, alguien de la zona rica de la ciudad, dueña posiblemente de uno de esos perros caros y ridículos en su tamaño que disfrutan de más caprichos que muchos niños de su calle, en ese caso hasta era posible que fuera del perro de quién pedían el rescate, tendría más valor que su dueña.
Qué absurdo! –pensó- parezco Alicia en el País de las Maravillas, elucubrando simplezas.
 Y volvió a concentrarse  en la silueta, preguntándose esta vez, si el dueño de aquella sombra, bien podía ser el alma del corredor fallecido en la carrera que hace algunos años se celebró en la ciudad, donde un desafortunado accidente acabó con la vida de uno de los corredores, claro que para qué iba a llevar un espíritu una bolsa en la mano, y además siendo  corredor.
Pregunta tras pregunta, historia tras historia que no lograba desarrollar ni concluir se sucedían casi sin permiso en su cabeza, mientras la oscura figura sin identificar aceleró la carrera al pasar bajo su ventana a la vez que levantando la mano, gritaba: taxi!, taxi! sin darle tiempo ni a capturar al ladrón, ni averiguar el contenido de la bolsa, ni saber si el interés del rapto recayó en la mascota o en su dueña o sí realmente había quedado vagando el espíritu de un corredor atropellado en el maratón de hace algunos años.
Decepcionada por su fallido intento de dilucidar una verdadera historia para el concurso de cuentos y relatos de su instituto, Silvia cerró la ventana de su cuarto, corrió las cortinas, y se acostó mientras escuchaba el saludo de buenas noches de su madre desde la habitación contigua.

Liliana Tavío Aguilar©Septiembre 2013

sábado, 21 de septiembre de 2013

ERA ELLA

No sé, quisiera tener un nombre para ella, tal vez eso facilitaría las cosas, podría identificar de quién se trata, y justificar, justificarla y justificarme.
Irrumpió en mi vida hace algunos años, cuando el cansancio de la rutina de no llegar a ningún lado empezó a hacer mella en el camino. No habían metas trazadas, solo un caminar, y ese objetivo ya era suficiente, o así lo creía.
Un buen día tras otra discusión violenta con Manuel,  al mirarme al espejo, no me reconocí, no era yo quién se asomaba a mis ojos, una mujer ajena a mi, me miraba con gesto impreciso. Desafiante, sin llegar a resultar amenazadora, inquieta pero sin prisas ni ansiedades, me interrogaba, me cuestionaba, me juzgaba con la mirada.
En algún lugar dentro de mi habían surgido unos sentimientos largamente amordazados por los años que ya no querían seguir siendolos, y ella los encontró, los tomó prestados y se vistió con ellos.
Yo acepté el reto que suponía al hacerlo.
Ese día salí a la calle y todo lucía de una manera distinta, me desbordó un entusiasmo inusual, el mundo tenía otros tintes, desde la mirada de la niña que me sonreía al cruzarse a mi paso, al gato en lo alto de un muro que se lamía o los mirlos pisoteando la hojarasca en los jardines del parque, todo tenía sentido porque yo lo miraba y porque ella existía.
En ese estado del ser, me di cuenta que no debía esforzarme demasiado para capturar los instantes, era consciente de ipso facto de todo lo que acontecía a mi alrededor, los sonidos, las imágenes, los olores,…pero con la misma fluidez e intensidad también afloraban los  instintos. Unos instintos que me llevaban a transgredir fronteras.
Si alguien llamaba mi atención, le miraba sin el menor reparo,  hasta que la insistencia desembocaba en una situación embarazosa de la que a duras pena llegaba a salir, y terminaba encontrándome en el coche o en el piso de un desconocido. Cuando esto ocurría, yo volvía a casa en medio de una tempestad incontrolable de dudas, remordimientos, sensaciones enfrentadas, horrorizada y apuntalada desde las entrañas hasta mi conciencia , intentando encontrar explicación a lo que no tenía.
Era ella, no cabía duda, era ella, terrenal, visceral y vívida, sin prejuicios, sin domesticar, desnuda, esencia misma, con sus zapatos de tacón, su ropaje llamativo, su maquillaje, y el exhalar lascivo de un cigarro, apoderándose de mi vida, y yo, sin oponer resistencia.
Regresar a casa tras sus andanzas, me suponía un enfrentamiento angustioso frente al espejo, cada una a un lado, frente a frente, intercambiando quejas y reproches, batallas que siempre terminaban siendo ganadas por ella con argumentos convincentes, esa eres tú – me decía -, esa también eres tú.
Un día, acordó consigo misma, sin tenerme en cuenta, comprobar el alcance de sus impulsos, y concertó una cita con una persona que conoció en un Chat de contactos a ciegas, para verse en un bar de carretera. Llevaba unos minutos esperando en la barra mientras tomaba una copa, cuando se le acercó un hombre corpulento con aspecto infantil que respondía a la descripción que le había dado por internet, amable y educado, la convidó a tomar una copa más, antes de sugerirle marchar a otro lugar. Luego de una conversación amena, averiguando aspectos de la vida de cada uno, y justificando historias que sostuvieran dicho encuentro, salieron juntos de aquel antro mientras decidían a dónde dirigirse. Se subieron en su coche y optaron por parar cuando encontraran  una zona poco transitada, todo lo que aconteció entonces dentro del auto, fue digno de un relato de Domina Zara, la iniciaría a ella en un submundo dentro de mi propia vida y a mi, en solo una anécdota de la misma.

Liliana Tavío Aguilar©Septiembre 2013

viernes, 13 de septiembre de 2013

¿A qué hemos venido?

La verdad del mundo
no la encierra una gota de lluvia.
Eso es deseo de poeta
cuando encierra en un verso
su ambición de agorero.
Hay tantas verdades como vidas.
Y tantas vidas como realidades.
Ni las almas gemelas viven al tiempo la misma mirada
La soledad que nos acontece
nos nombra,
nos identifica,
nos da forma.
Solos, venimos
Solos, nos iremos
Y en medio,
el mundo, tú, ellos, los otros
que al final resultamos un “nosotros”.
Vencidos o no,
Victoriosos acaso de logros encontrados,
 impuestos sutilmente,
sin esfuerzo añadido ni conscientes.
Victoriosos de una nada ganada.
Y por encima de todo qué nos llevamos?
Alegrías, penas,
ilusiones perdidas,
sueños conseguidos….estados.
El amor dado, el amor conseguido…
El respeto de los otros…..
¿Y yo? ¿y tu?...
te has amado?
Te has respetado?
Qué te has dado?
Y empezamos de nuevo preguntando ¿a qué hemos venido?
¿Por qué no volamos?
Será porque las alas no pesan
Y por eso,
aún no las hemos encontrado

Liliana Tavío Aguilar©Septiembre 2013

martes, 10 de septiembre de 2013

Esperando al tiempo

¿Dónde la huella iluminada?
Cada gota de lluvia cubriendo sus pasos
Para dejarla sin retorno posible
La tierra se volvió asfalto
Y sus pies descalzos se han perdido
No hay linderos
No ha caminos
Páramos desconocidos
Desorientada en su propia cordura
Mira perpleja lo que no reconoce
Sabe que algo ha perdido
Pero no recuerda qué ha sido
Mira sin mirar
Toca sin palpar
Y una veta de extrañeza
ensombrece su mirada
Asustada sin tragedia
Mira al mundo sin comprender nada
Y se sienta a esperar al tiempo
Como si algo o alguien le trajera
Por alguna promesa que tal vez le hicieran
Y que tampoco  recuerda
Su cabeza se ha vaciado de recuerdos
Su corazón se empeña en no perderlos
Y vive cada día sentada en su banco
Vestida de blanco,

Esperando al tiempo…
Liliana Tavío Aguilar - Septiembre 2013